Reflexiones
sobre metodología de entrenamiento/trabajo.
En
una ocasión tuve la suerte de ser invitado por Ricard Casas para pasar unos
días en Manresa, cuatro días y tres noches de intenso baloncesto durante la
disputa de un play off de ascenso a Liga ACB. Charlas de todo tipo, comentarios
sobre todo tipo de detalles de la profesión que teníamos en común, preparación
de partido, videos,… muchos buenos recuerdos tanto a nivel personal como
deportivo, pero sobretodo recuerdo una obsesión por mejorar en todo. Y de un
aspecto que aún me paro a pensar (sobre todo en periodo de vacaciones) y que días
atrás trasladé a dos bueno entrenadores (y amigos): “metodología de entrenamiento”.
Ricard
tenía, como todo entrenador, un buen método de trabajo que dividía en bloques
de trabajo, y según me trasmitía, cada verano trataba de mejorar para optimizar
los defectos encontrados durante la temporada anterior (bien modificando alguno
de esos bloques (que no es lo más común) o bien los contenidos de dichos
bloques, con aspectos que los hicieran más amplios o con nuevos ejercicios que
enriquecieran la manera de trabajar cada faceta del juego).
Tras
tratar de trasladar aquella pequeña reflexión a estos dos buenos entrenadores,
me quedé con la clara sensación de que mi reflexión no había llegado a ellos,
pues sus respuestas no fueron en la dirección adecuada (o al menos en la que yo
esperaba). El problema claramente fue mío ya que no supe transmitir lo que el
bueno de Ricard me hizo llegar a mí hace ya nueve años. Y éste es el primer
gran problema de los entrenadores (y tal vez la explicación de porque algunos
no estamos/están ocupados en la práctica diaria en algún equipo), pues tenemos
claro lo que pensamos, pero el problema radica en la capacidad de transmitir y
conseguir llegar a alcanzar los objetivos propuestos.
Imagínense
si fue difícil llegar a solo dos personas, ¿cómo de difícil no es llegar a diez
o doce jugadores?
De
aquella constante duda (para la mejora constante del proceso de enseñanza
aprendizaje entre entrenador y jugador) sobre metodología, me surgen nuevas
dudas que van íntimamente ligadas:
-
Para
evolucionar en algo (lo que sea), debe estar íntimamente ligado a la práctica
diaria; sin esa práctica, puedes pensar lo que quieras pero faltará lo más importante,
que es el campo de trabajo donde poner en prácticas aquello que deseas
experimentar y mejorar.
-
Dadas las
circunstancias del deporte actual y con los largos periodos de tiempo que hoy
en día se pasan sin entrenar algunos de los profesionales del banquillo, ¿es
posible esa evaluación constante? O más bien habría que plantearse ¿Cómo estar
totalmente vinculado a la práctica diaria si no entrenas o ejerces durante un
periodo mínimo de dos años?
Ambas
cuestiones tienen fáciles ejemplos que podrían contestar los propios personajes
que voy a citar par tratar de trasmitir o llegar a la idea inicial de forma más
clara.
A
veces, viendo partidos de baloncesto, me trato de plantear aspectos que van más
allá de lo que ocurre en la pista, y eso suele estar relacionado con el trabajo
previo que sí que es entrenamiento diario. De esos entrenamientos y sus
ejercicios, cuesta recordar los enfoques que hacían o hacen buenos los
resultados de lo que se pretende trabajar, si además llevas/llevan
desconectados durante mínimo dos temporadas, tu metodología puedes considerarla
la mejor del mundo, pero lo cierto es que está desconectada de la realidad y
por tanto no es evaluable su rendimiento real.
En
el caso concreto de Ricard Casas, tras un largo periodo de tiempo sin entrenar,
volvió a la actividad la temporada pasada en Valladolid y seguro que por ganas
y dedicación no hubo problemas, pero no hay ninguna duda de que la gran
carencia durante los primeros días de trabajo fue la frescura en cuanto a la
tomo de decisiones y lecturas de lo realmente necesitado por el grupo. En ese
caso concreto, la técnica de entrenamiento pasa a un segundo plano y la
reflexión del inicio no habría tenido sentido durante los veranos sin entrenar,
pues te faltan aspectos inmediatos que analizar y examinar.
Por
el contrario, esto no quiere decir que no se sepa entrenar, pues hay múltiples
casos de profesiones que durante años están desconectados de sus trabajos y no
por ello se olvidan de sus vocaciones y habilidades, o conocimientos
adquiridos: ¿acaso no sabe trabajar una enfermera o un maestro después de estar
un largo periodo de tiempo sin ejercer? Claro que sí, lo único que deberán
superar serán los inicios y ponerse al día, tanto del entorno como de los
medios de que disponen.
De
esto se llega a la segunda duda, sobre si es posible estar totalmente
conectado. Y “creo” es indudable que no se puede estar totalmente vinculado con
la realidad (por mucho baloncesto que veas o estudies). Pero, ¿hay alguna forma
de tener esa total vinculación?... Habrá quien piense que si y los que piensen
que no, yo soy más detractor de la segunda opción, pues aunque el contenido
bien aprendido nunca se olvida, e incluso puedes ampliar conocimientos mediante
estudios, análisis o lecturas constantes, se requiere la práctica para que haya
una total “simbiosis” entre el pensamiento y la realización del trabajo (en
este caso en la pista).
Lo
que empezó siendo una reflexión sobre mejora de la técnica de entrenamiento,
acaba derivando en una serie de cuestiones más globales. Los equipos acaban
haciéndose con los servicios de entrenadores que sospechan les pueden ayudar a
conseguir lo que intuyen puede aportar a sus proyectos, esto es, experiencia,
madurez, saber estar, capacidad de liderazgo,… independientemente que sus últimas
experiencias fueran hace algún tiempo o no estén muy ajustadas a las ultimas
temporadas.
Como
ejemplo de esto último tenemos los casos de grandes entrenadores que vuelven a
la práctica de algún equipo aunque han estado durante dos, tres o más
temporadas apartados del mundo del deporte. De entre ellos, se me viene a la
cabeza el significativo caso de Mario Pesquera, que tras años dedicándose a sus
negocios volvió a la práctica del baloncesto para hacerse cargo de la selección
de baloncesto en la olimpiada de Atenas; otro caso seria el de Javier Imbroda
que volvió para dirigir a equipos de Valladolid y Menorca (los resultados
pueden ser o no significativos, que cada cual juzgue).
Finalmente,
solo matizar que para que exista evaluación debe haber trabajo que evaluar y
sujetos que evaluar. Sin ese trabajo, está claro que un entrenador puede ganar
en saber estar, en paciencia con sus jugadores, capacidad para trasmitir, visión
del juego más global,… pero no cabe lugar a la duda si se afirma, que
necesitará un periodo de adaptación para poder volver a dar el enfoque correcto
a todo aquello que era la práctica diaria.
Suerte
a todos aquellos que vuelven a la práctica después de largos periodos de tiempo
apartados, y felices reflexiones a todos los que nos puedan hacer pensar y
mejorar como personas y como entrenadores.
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