miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL SEÑOR PANIAGUA.


Una vez busqué una oportunidad.

Hace años, cuando mi única ilusión en la vida era poder vivir del baloncesto como entrenador, tenia claro que debía estudiar para estar lo mejor preparado posible, asistir a cursos, clinic, campus, leer todo tipo de libros y revistas, … en definitiva todo lo que me pudiera formar o ayudar atener una oportunidad.

Tras estar trabajando (afortunadamente en un par de equipos de mi región) me di cuenta que para poder triunfar o tener posibilidades mayores, debía salir de mi tierra pues allí las posibilidades son reducidas y escasas.

En ese intento por conseguir esa posibilidad me puse en manos de varios representantes (unos mejores y otros peores) e incluso me ofrecía personalmente a entrenadores que había tenido la suerte de conocer, por si les podía ser de ayuda en sus clubes.



Y en esas que mi desesperación llegaba a límites insospechados, se me ocurrió escribir una carta de esas que por aquel entonces se dirigían al director de Gigantes del Basket para ser publicadas. El tema de mi carta era expresar mi admiración hacia lo que escribía (y sigue escribiendo) en su columna Miguel Ángel Paniagua (uno de los mejores periodistas deportivos y también considerado uno de los buenos en representación de jugadores y entrenadores).

Aquella carta nunca vio la luz, pero aquel verano algo cambio para mi, pues un mes después recibí el ofrecimiento de ir a una universidad americana (New México Lobos concretamente). Este ofrecimiento me llegó por parte del representante que por entonces trataba de buscarme trabajo con mayor ahínco; con el tiempo descubrí que aquel representante (por aquel entonces) se acababa de asociar con Miguel Ángel Paniagua y en realidad él era el verdadero artífice de mi aventura americana.

A mi regreso me puse en contacto con él para agradecerle (mediante conversación telefónica) su gestión y confianza en mí.
De aquella conversación recuerdo el nivel cultural que atesora quien considero fue mi gran valedor en la sombra. Durante escasos minutos charlamos sobre las diferentes ciudades americanas (de las cuales yo no tenia un gran conocimiento y me veía indefenso hablando de esos temas con alguien mucho más culto y formado que yo por aquel entonces) y diferentes aspectos del juego y de la vida en los Estados Unidos.

Mi conversación acabo y me quede con la sensación de haber dicho solo jilipolleces y no haber estado a la altura de las circunstancias. Allí acabo mi relación (si a eso se le puede llamar relación) con una de las personas más influyentes (siempre en la sombra), formada e incluso misteriosa del mundo profesional en que se desenvuelve.

Ahora, en mis noches de desvelo, cuando recuerdo las pequeñas cosas que pudieron haber marcado o cambiado mi deambular por el mundo del baloncesto, me pregunto que habría sido diferente si hubiera sido capaz de llegar al Señor Paniagua y haberme ganado su respeto.

Me consta que son muy pocos los entrenadores que entraban en su cartera (y desde hace un tiempo no quiere saber mucho de la representación de nuevos entrenadores; solo se dedica por cuestiones profesionales a jugadores), pero los pocos que conozco han sido afortunados pues han estado siempre muy bien asesorados, rodeados e incluso colocados en buenos proyectos deportivos.
Fuera como fuese, muchísimas gracias a Miguel Ángel Paniagua por haberme brindado aquella oportunidad tan bonita, aunque desaprovechada. (En la vida nos llegan oportunidades que hay que estar preparados para no solo cogerlas, sino para aprovecharlas. Yo no estaba preparado).

No hay comentarios:

Publicar un comentario